A medida que el Profeta Muhámmad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, iba recibiendo la revelación divina, sus escribas la iban poniendo por escrito en diferentes materiales: cuero, cortezas de árboles, huesos… Al mismo tiempo, el Profeta recitaba a sus seguidores cada nueva parte revelada, recitaba diferentes fragmentos del Corán todos los días durante las oraciones, y todos los años durante el mes de Ramadán recitaba en público lo que le había sido revelado hasta ese momento. Muchos de quienes lo escuchaban, escribían partes del Corán, y muchos otros lo memorizaban.
Cuando él murió, existían muchos fragmentos escritos del Corán, también había docenas de musulmanes que lo sabían de memoria. Uno de ellos era Zaid ibn Zabit, quien fue escriba del Profeta. Por órdenes de Abu Bakr, primer califa de la nación islámica, Zaid encabezó un comité que se encargó de reunir todos los fragmentos existentes del Corán, corroborarlos con los memorizadores más prominentes, y poner el texto por escrito en forma de libro. Este primer manuscrito fue terminado y aprobado por los compañeros del Profeta unos dos años después de su muerte.
Aproximadamente diez años después de esta compilación, el tercer califa, Uzmán, convocó al mismo Zaid a formar parte de otro grupo de compañeros del Profeta y memorizadores del Corán, quienes tomaron este manuscrito e hicieron varias copias del mismo, que fueron distribuidas por todo el vasto territorio islámico. Algunas de esas copias se conservan aún en el museo de Tashkent en Uzbekistán, en el museo de Topkapi en Turquía, y dos en Egipto, en la mezquita Al Husein y en la Biblioteca Nacional. Otra fue conservada en Siria hasta 1892 cuando un incendio la destruyó, pero para entonces ya se habían hecho copias de la misma.
Diferentes personas y organizaciones han comparado, a lo largo del tiempo, estas copias con manuscritos antiguos de diferentes épocas y ediciones recientes del Corán, comprobando una y otra vez que el texto coránico que hoy se recita a diario en las mezquitas de todo el mundo, es exactamente el mismo que el Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, enseñó a sus compañeros, que Dios esté complacido con ellos.
El Corán no solo ha sido preservado intacto en su forma escrita, sino que siempre han existido memorizadores que lo han transmitido de forma oral, enseñando no solo su contenido sino las formas correctas de recitarlo. Además, también se ha registrado y preservado la vida del Profeta Muhámmad, quien siempre vivió en estricto cumplimiento del texto coránico. Cuando comparamos las copias escritas del Corán con las recitaciones trasmitidas de generación en generación, y con las tradiciones del Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, encontramos una coherencia y unidad que nos comprueban, sin lugar a dudas, que el Corán no ha sufrido alteración alguna.